Martha Pérez campesina Puerto Padre

Puerto Padre, Las Tunas.- Mientras en los mercados y puntos de venta los precios retan la fuerza de gravedad, así como escasean los productos, incluso desaparecen del plato familiar, dos vecinos de la calle Juanito Mora, en Puerto Padre, disponen manos productivas ante el tesoro de la tierra.

Las distintas tonalidades de verde engalanan la entrada de la casa de Martha Pérez Rodríguez. La vitalidad de las hojas habla por las claras sobre el empeño de quienes velan por ellas.

"Aquí tengo frutabomba, plátano burro, cebollín, ajo porro y ahora hay menos porque la seca afectó mucho, pero con estas lluvias las plantas comienzan a recuperarse. Hay que dedicarles tiempo, pues se deben regar, mantener la tierra en buen estado y eliminar las malas hierbas. Hemos recogido ajo, cebollín, y cuando tuvimos maíz y girasoles, también", la mirada de Martha, con destellos de un orgullo innegable, busca la complicidad en ese suelo con sudor propio.

Sin temor alguno de develar la fuente de la abundancia, la puertopadrense comenta acerca de las particularidades de sus prácticas agrícolas. "Es un patio que existe desde hace tiempo y se mantiene según las condiciones con las que contemos, pero siempre hay algo sembrado. Lo que hace la diferencia en una cosecha es el cuidado que le des, el amor con el que siembras, te lo devuelve. Es muy lindo cuando recoges los frutos".

Por su parte, Delfín Edilio Bermúdez Pascual cambió los paisajes campestres por el aire citadino; sin embargo, el vínculo con los cultivos encontró cabida en la mudanza.

"Hace casi seis años que estoy sembrando en este patio, si tuviera más espacio, sembrara más. Hay que producir, no puede quedarse vacío porque hace falta. Por ejemplo, desde hace algunos días hemos estado cocinando las viandas que recogemos aquí. Además, recientemente se cortó una burra de 12 racimos y, con el costo actual, ¡cuánto me ahorré! Quisiera tener la misma extensión de períodos atrás, nosotros no teníamos que comprar nada". 

Con la voluntad de obtener el máximo provecho de sus jardines, Martha y Delfín propician un "respiro" a la economía hogareña. En escasos metros, gracias al ímpetu de salir adelante, encuentran soluciones a las interrogantes de la cocina, pese a las disímiles complejidades de la sociedad cubana en materia de alimentos.

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