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Las Tunas.- La Fundación Nicolás Guillén abrió la convocatoria al XIII Coloquio Científico Presencia de Guillén, que sucederá acá, con carácter internacional, entre el 23 y el 25 de mayo próximo.

El evento, además de intercambiar sobre el pensamiento y la obra guilleneana, versará sobre el aporte cultural africano en América Latina y el Caribe; un tema sumamente necesario que, desde la Asociación, se ha nutrido en Las Tunas de sólidos argumentos durante muchos años, lo mismo para ahondar en sus dilemas que para visibilizar realidades y consecuencias.

Por supuesto que no son los únicos. Muchas son las instituciones y los académicos que apuestan por asuntos relacionados con la racialidad y el racismo; términos entrelazados que, en Cuba, se dislocan en el imaginario colectivo y siguen siendo una especie de marca intangible con la que no pocos andan por la vida.

Y sí, aunque ya pasaron los tiempos en los que las personas frecuentaban sitios acordes al color de su piel, la señal de la esclavitud y sus secuelas no se superan solamente con discursos apasionados y decisiones que apuestan por mezclar, juntar, entrelazar…; continúa siendo necesario visibilizar cada vez más y conocer a fondo a la sociedad y sus dinámicas para contrarrestar viejas fórmulas con el oxígeno de nuevos tiempos.

Las Tunas no es de las provincias cubanas con mayor cantidad de negros y mestizos en su población, y algunos entendidos afirman que tampoco somos de los terruños en los que la discriminación se luce con más saña; sin embargo, esa no puede ser razón de alegría porque todavía los ejemplos pululan.

Recuerdo a una amiga, de piel oscura como la noche más brutal, llegando tarde al trabajo porque su hija no era bien tratada por otra niña en el salón del círculo infantil y había tenido que pasar por allá primero. "La 'tía' no se había dado cuenta, pero Laurita es la única negra del salón y dos muchachitas me la ofendían todo el tiempo". También he conversado con profesoras que se han sentido menospreciadas con sus turbantes, algunas, incluso, en enconados espacios académicos.

A veces hasta se ha sido injusto en el afán de corregir "por la canalita" lo que debe entronizarse desde dentro. Por ejemplo, ¿no le parece hasta descabellado que una persona acceda a determinada responsabilidad y el hecho de ser negra cuente como algo a favor para conseguirlo? ¿No es esa una manera de establecer diferencias?

Es en casa donde comienzan las primeras señales del conflicto y, aunque socialmente algunos mantienen un discurso coloquial, detrás de sus paredes escuchas que "hay que adelantar la raza", "que esa juntamenta puede ser mala"; y nada es más fuerte que el saber inculcado por la familia con el ejemplo constante.

También los estudios recientes han confirmado que sí, las personas negras y mestizas tienen menos posibilidades para desarrollarse, incluso, dentro de la equidad, no siempre cristalina, que ha primado dentro de la Revolución Cubana. Tienen menos acceso a los empleos mejor remunerados, más problemas de vivienda y servicios básicos en general y, en sus entornos, rayan la marginalidad de manera más evidente.

Revertir estos desaciertos no es trabajo sencillo, porque pocas cosas son más difíciles de restituir que los saberes que nos vienen de tiempos y se van transmitiendo de una generación a otra, como enfermedad irreductible; se trabaja, sí, y esa es la única vía posible de ganar la partida.

Lo cierto es que, para lograrlo, dos cosas son vitales; la primera de ellas es asumirse como lo que se es, sin tapujos ni autocompasiones estériles y degradantes; lo segundo, dialogar, visibilizar, compartir…, porque nada es más duro que el silencio ante lo discriminatorio que nos ronda.

Recuerdo la sentencia de Ban Ki-moon: "La derrota del racismo, el tribalismo, la intolerancia y todas las formas de discriminación nos liberará a todos, tanto a las víctimas como a los perpetradores".

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