Foto: Rey López

Las Tunas.- Da grima la sede de la Oficina del Historiador de la ciudad de Las Tunas. Y no es de hoy, el asunto está así, lastimoso, desde hace ya demasiado tiempo.

Esa es la razón por la que, en los últimos años de su vida, el ilustre Víctor Manuel Marrero Zaldívar, quien fuera hasta su muerte el historiador de esta comarca, se vio obligado a establecer el sitio de trabajo en una habitación de su casa.

Allá te recibía, con su cortesía habitual, en una especie de “cuartel general” donde hallabas documentos de lo humano y lo divino; y en el que siempre tenía un teléfono cerca, para cualquier necesidad urgente de conversar con quienes permanecían en la sede casi apuntalada de la calle Nicolás Heredia.

Foto Rey López

Ana María Naranjo es especialista de la institución y una de los trabajadores con que cuenta ahora la Oficina. Me dijo que Víctor insistió desde antaño para que ese lugar fuera la sede, porque allí vivió Brígida Zaldívar durante unos años a inicios del siglo pasado, era la vivienda de una de sus hijas.

Andan por ahí, asegura, los documentos que lo confirman; pero no quiero verlos, confieso que a esa hora mi deseo más intenso es salir corriendo, no mirar más alrededor para no sentirme cómplice silenciosa del deterioro terrible del inmueble y la pérdida de tanto “papel importante”.

La escucho decir que se anuncian cambios que harán que la sede progrese, multiplique su rol social y sea protegida desde otras instancias. Ojalá y todo resulte en una apuesta por devolver esplendor a la amplia casona colonial. Porque, aunque no me atrevo a desanimar sonrisas, no creo que una “reparación” solucione los grandes problemas constructivos que luce el sitio, a simple vista.

La humedad de las paredes y el techo es notable y también la oscuridad debe ser casi total en las noches, y eso, por la ausencia de cables, interruptores y todo lo demás.

El que fuera un patio interior vistoso, ahora es un sitio mustio, y son evidentes los huecos en la tierra que marcan el paso nocturno de ratones y similares; los baños están desahuciados y el ambiente, cuando traspasas el umbral de la casona, te invita a todo menos a desentrañar la historia local.

“Nosotros no hemos detenido el trabajo. El año pasado inauguramos la galería Rafael Ferrero; y hemos tratado de mantenerla a flote, aunque hay horarios en los que los cuadros ni se ven por la oscuridad del lugar.

“Igualmente asumimos actividades cada mes, pero urge recuperar el archivo, teniendo en cuenta que cada día resulta más difícil hacer cualquier cosa aquí. Ahora mismo ni soñar con nada más, incluso, ni con avanzar en las investigaciones históricas, porque no hay cómo ni dónde trabajar.

“Con mucho dolor le digo periodista que ya hemos tenido que botar dos carretas de libros, pues toda esa documentación se echó a perder. Y lo que logramos rescatar sigue aquí, pero muy contaminado, da lástima cuando lo abrimos.

“Ya tres de nosotras padecemos alergias por estar expuestas a los ácaros durante tanto tiempo; y tres veces hemos enviado cartas para que fumiguen, una situación que, parece, se concretará en los próximos días a través de Labiofam.”

Es cierto, entrañable lector, está ahí, latente, el sempiterno problema de los presupuestos, reducidos más allá de lo imaginable en tiempos de carencias extremas y de férreos bloqueos. Pero en este, el país que no deja a su historia en segundo plano, resulta casi inconcebible la situación de precariedad extrema de un sitio cuya función social es, justamente, indagar en lo que somos y la raíz que nos circunda.

Foto Rey López

 

 

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar