cancer

A propósito del 26 de Marzo, Día Mundial de Prevención del Cáncer de Cuello Uterino.

Las Tunas.- Cuando se lo dijeron sintió un escalofrío raro, como preámbulo de que ahí, entre paredes verdes y olor a yodo, comenzaba el resto de su vida. Tenía solo 27 años de edad y vio pasar cada segundo de su existencia como una película vieja. Desde entonces no volvió a hacer planes a largo plazo. Incluso, los amigos no fueron bienvenidos, porque frente a ellos la sonrisa era una mueca de dolor y mejor no permitirse los excesos.

Los días siguientes solo empeoraron. De repente el mundo daba saltos, no vueltas, y las miradas indiscretas fueron cuchillos debajo de la piel. Cada detalle era público, la gente sabía fechas, horarios, pronósticos. Aun, personas que ella nunca vio salieron de la nada para hacer más espacio en el hueco que ya era su cabeza. Muchos aseguraron que lo suyo era cosa terminal, o peor, que jamás podría tener hijos.

Eva recuerda cómo empezó todo y aquel spot televisivo que sin querer la pondría sobre aviso. Hasta entonces solo le dolían las piernas de vez en vez, pero ella pensaba que era consecuencia de los zapatos muy altos y de andar de aquí para allá. Con menos de tres décadas, de más está decir, que cualquiera se siente inmortal, las enfermedades y los hospitales son males generacionales, o al menos eso ella creía.

Una corazonada hizo que se hiciera la prueba citológica. En segundos supo que algo andaba mal, la cara de la enfermera, más allá de sus piernas le advirtió la anomalía. Un mes después fue diagnosticada con un carcinoma in situ, que terminó arrancando todas las sutilezas con las que alguna vez miró la vida.

La desesperación la hizo devorar toda la información que encontró al respecto en Internet. En lo adelante vinieron momentos difíciles que las personas desesperadas sobredimensionan, hoy ella sabe eso, y en vez de inventarse un poco de optimismo, o, incluso, aferrarse a Dios como algunos hacen, ella solo se apartó del mundo y llegó a pensar que lo suyo era una suerte de castigo por tanta soberbia.

En los próximos meses aprendió a la fuerza cómo respirar de nuevo, sin resentimientos con los otros, porque nadie es responsable del dolor ajeno, aunque una en esos casos solo abra los ojos para encontrar culpables. Hay cuestiones que te marcan la existencia, solo cuando estás al límite descubres qué es o no importante de veras. Y ya no cuentan las apariencias, las cosas materiales se borran. Nunca se vuelve de estas experiencias con las manos vacías.

Después de un par de operaciones, mucho miedo, un año de aislamiento voluntario y las manos increíbles del ginecólogo Ramón González, fueron curando cada pedacito suyo, también, los más efímeros, esos que se esconden dentro del alma. Ella recibió lo que se llama segunda oportunidad. Y más allá de los caminos de la devoción, intentó, a su manera, merecer tamaño regalo.

Hoy es más o menos una mujer como cualquier otra. De alguna manera la vida compensó las huellas y encontró “un camino para volver a casa”, mientras una cabecita revuelta desanda por sus brazos. Confiesa que todavía siente miedo, porque el peligro de que la enfermedad regrese no es del todo desacertado.

Una que otra vez pasan por la Televisión el mismo spot que a Eva la salvó. Habrá muchachas jóvenes para las que pase desapercibido, otras en cambio recordarán sus cicatrices. Ojalá no sea el augurio de un pronóstico triste y sí una alarma para preservar la vida.

 

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar