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Puerto Padre, Las Tunas.- Cientos, tal vez miles de expresiones y metáforas servirían para darles comienzo a estas líneas. En cambio, la sombra de los árboles en el interior de la sede de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), en Puerto Padre, resulta el fiel reflejo del legado de Gismi Inés Peña, quien brindó tanto cobijo a las féminas del territorio por más de dos décadas.

Bastan unos instantes para percibir la sensibilidad en esos pequeños ojos que escasamente se adivinan en las fotografías, como puertas abiertas a las más puras emociones de su inmensa alma. Poco tardan las lágrimas en delatar el sentir de una despedida, mientras guarda con tesón una llave entre sus manos. La dureza del metal apenas recibe el calor humano detrás de las innumerables historias de quien fuera durante 17 años la secretaria general de la organización en Puerto Padre.

En los más recónditos caminos quedaron las huellas de una mujer que le perdió el miedo a la vida a fuerza de trabajo diario y, a su vez, ayudó a otras muchas como ella a enfrentar los problemas para encarrilar un futuro de superación individual y colectiva.

Los obstáculos personales, el peso de los calendarios o sinsabores a causa del bregar cotidiano quedaron a un lado, mientras con paso constante dejó la pausa solo para acompañar su manera de hablar.

De la mano de Waldina Álvarez Santiago, a quien la mayoría considera la personificación de lo que es la Revolución por estos lares, empuñó las “armas” del oficio para brindarles a los demás la solución oportuna o el aliento suficiente para seguir adelante.

Con el paso del tiempo supo mezclar cierta dulzura innata con la exigencia precisa, para hacer crecer a las compañeras a su alrededor. Desde el otro lado, esas mismas colegas tan solo pueden verla como la amiga a quien acudir en los momentos turbios.

Dejar atrás esas paredes donde las dificultades causaron tantos desvelos y dolores de cabeza, significa desprenderse de una parte de sí. Todas lo saben, el retiro la aísla de un mero cargo, pero en realidad no se va, ahí queda con la disposición perenne para desde otro lugar conservar la obra que inició Vilma Espín.

Con palabras entrecortadas y alguna que otra parada obligada por la emoción, Gismi se lleva la convicción de que un relevo natural es necesario para abrirles paso a las nuevas generaciones. Se lleva, también, una gran certeza: “Cumplí con la encomienda que me dejó Waldina, mi maestra y la de toda la FMC en la Villa Azul. Aquí estoy, como siempre digo, seguimos guapeando, seguimos en combate”.

 

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